domingo, 9 de marzo de 2014

Tendiendo la mano



Pavel Valencia Cisneros/P. Diego Cabrera, ssc 




Han pasado 30 días, desde el 15 de Agosto (15/08), trágico día que enlutó al departamento de Ica, al Sur del Perú, con el sismo que remeció sus tierras. A la fecha la Congregación de Padres de San Columbano ha realizado 5 viajes llevando donaciones en alimentos, ropa, abrigo y cobijo, materiales de construcción y aseo personal a las zonas afectadas y abandonadas de la periferia urbana. Esta es una breve crónica de esta experiencia.
Primer viaje


El primer viaje se realizó el 21 de agosto. Aquella oportunidad llevamos una pequeña donación recolectadas en las comunidades parroquiales Columbanas. Ropa, víveres de primera necesidad (agua, leche, azúcar, arroz). Aproximadamente 2 toneladas fueron entregadas a las Hermanas de San Pablo en el Colegio Fe y Alegría Nº 30 del distrito Grosio Prado en Chincha.

Nos animó la participación de jóvenes de la parroquia Santos Arcángeles de El Naranjal, Distrito de Los Olivos, que nos acompañaron y ayudaron a repartir las donaciones.

Dos palabras resume nuestra primera experiencia con la tragedia y el dolor:
ESTREMECIMIENTO e IMPOTENCIA.

Este primer viaje nos ayudó a dar una primera mirada al dolor de los pueblos del sur del Perú.

Fue impactante la situación de la zona central de Pisco: destrucción y desolación a cada paso, miradas pérdidas, cuerpos cansados, necesidad y más necesidad en nuestro camino. Es casi imposible describir esta realidad.

Se puede describir lo que se ve, pero es mucho más difícil expresar lo que se siente. Este viaje terminó en un asentamiento humano llamado Camino Real – La Victoria. Allí pudimos sufrir profundamente la palabra IMPOTENCIA.

Este asentamiento humano lo forman pobladores que ya habían sido damnificados por una inundación y que en 1990 perdieron sus casas. Ante la desidia de sus autoridades, invadieron esta zona y con el terremoto nuevamente han sido golpeados.



Segundo viaje


Hicimos un segundo viaje el 25 de agosto. Esta vez fuimos seminaristas, laicos misioneros, trabajadores Columbanos y el Padre Bernie Lane. El Padre Bernie permaneció con nuestros seminaristas en Grosio Prado, apoyando el trabajo en el Colegio Fe y Alegría Nº 30.

Las donaciones se entregaron en Chincha (distritos de Sunampe y Grosio Prado), Pisco (distrito de Independencia) y en la ciudad de Ica, a los pobladores del Caserío de San Martín, lugar donde trabajan las Hermanas Columbanas.

Si bien la ciudad de Pisco lucía devastada y es impactante su situación, vimos que en las zonas más periféricas, era más necesaria la acción voluntaria. En muchos casos como en el caserío San Martín la pobreza y la necesidad eran ciertamente demoledoras, aunque no lucía tan dañada. En estas zonas, no hay edificios. Las casas son simples y auto-construidas con adobe, sin ningún conocimiento técnico y/o norma de seguridad… la pobreza no permite esos “lujos”.

Las 18.5 Toneladas de ayuda comprada con las donaciones recibidas de comunidades Columbanas y personas amigas las llevamos en 2 camiones de carga. Llevábamos sacos de arroz, azúcar, lentejas, fréjol, alverjita; cajas de leche, atún, aceite; paquetes de agua, papel higiénico, ropa usada; ollas, sartenes, baldes y utensilios de cocina. Estas donaciones fueron para apoyar las “ollas comunes”, icono de la solidaridad y apoyo mutuo de las zonas más deprimidas.

Tercer Viaje



Partimos el 13 de septiembre, con 19.3 toneladas de ayuda. Llevamos más de los productos arriba mencionados pero en menor cantidad. En este viaje llevamos colchones, frazadas y carpas.

La ayuda del gobierno se concentra en pocas zonas, el daño es inmenso y los pobres entre los pobres o los que no dan publicidad son olvidados sin piedad. El hambre es diario, pero es una necesidad que de un modo u otro empieza a ser cubierto por los mismo pobladores o por otras instituciones (llámese Caritas y otras); sin embargo conforme pasan los días y las familias remueven, o terminan por derribar los muros y restos de lo que fue su casa, quedan a merced del inclemente frió de las noches y madrugadas que vienen en forma de fuertes vientos llamados “Paracas”. Es necesario por ello abrigo y cobijo, en eso se enfocan estas donaciones.

Llevamos ayuda al Caserío de San Martín y como siempre la labor dedicada y la cálida acogida de las Hermanas de San Columbano (Madre Brígida y Helena) hacen de nuestra labor un placer. Un rápido recorrido por este caserío, nos muestra la profunda pobreza que sufren estas familias. Ellos dependen de trabajos temporales agrícolas. Aquí se hace verbo el refrán que reza: “la cuerda se rompe por el lado más débil”. A pesar de las muchas historias de dolor y necesidad pero pesan más sus ganas de vivir y de sobreponerse a la adversidad… actividad que es práctica diaria en sus vidas. Hay un rasgo común en ellos, alegría y esperanza… Estremece ver sonrisas y oír risas en medio de tanta necesidad.

La siguiente parada es el distrito de Los Aquijes, en Ica. El punto de acopio es la parroquia Nuestra Señora del Tránsito. El Padre Walter Ávalos nos espera con jóvenes voluntarios que trabajan arduamente. El Padre Walter tiene mucho por hacer, atiende a dos distritos con 18,000 personas y ha implementado 116 “ollas comunes”… La ayuda llega pero poca y nunca es suficiente. El municipio esta casi ausente y da rabia oír de los pobladores la forma politizada en que se manejan las donaciones.

Los pobladores olvidados y abandonados por sus autoridades remueven por su cuenta los escombros de sus hogares. Una anciana de 83 años nos conmueve. Escoba en mano remueve frente a su casa los escombros de lo que fue su hogar, su esposo de 91 años no puede ayudar. Nos mira y casi sonriendo nos dice que se puede hacer, sólo pedimos un poco de ayuda.

Pese a su situación siempre hay espacio para comprender mayor dolor y necesidad, cita algunos casos. Silencio. Profundo silencio en nuestro ser.

Cuarto Viaje


Como ya se nos ha hecho costumbre, el 8 de septiembre, el viaje comienza en la madrugada, a las 4.30 a.m. Esta vez llevamos 15.7 toneladas entre víveres, colchones, frazadas, palos de madera, rollos de terflex, clavos, alambre de construcción y depósitos de agua. El distrito de Los Aquijes es el beneficiado. Su párroco debe distribuir la ayuda entre sus pobladores.

Con esta donación se busca atender la necesidad de cobijo y abrigo y una pequeña casa temporal. Se prevé construir casas de 3 x 3 metros, con madera como soporte y cubiertas por un material plástico conocido como Terflex. Los depósitos para agua son para almacenar en condiciones salubres el agua necesaria. Se complementa la ayuda con colchones y frazadas.

Después de descargar las donaciones, con el acompañamiento del Padre Walter vamos a una de las comunidades más pobres y necesitadas, la comunidad de Challaca. Sólo al ingresar a esta comunidad uno observa la pobreza extrema en que viven. Sus casas se pierden en el arenal, pues todas están hechas de adobe. No tienen puertas, ni ventanas. Son habitáculos, que en algunos casos están cubiertos por techos de estera y plástico. La población infantil es mucha y una “olla común” alivia el hambre de sus pobladores. Nos retiramos con la esperanza de los pobladores de vernos otra vez, porque muchos llegan pero nunca regresan. El Padre Walter no se da abasto para atender esta inmensa zona.

Al llegar al asentamiento humano Camino Real – La Victoria, la experiencia es más fuerte. Cerros de escombros aparecen ante nuestros ojos. Los pobladores limpiaron sus terrenos, sin herramientas, ni maquinaria que los ayuden en su tarea. Vemos de nuevo las promesas incumplidas y la desidia del gobierno (Ministros, gobierno central, regional o municipal). Es fuerte la imagen de un adolescente de 13 años, tumbando los muros de lo que fue su hogar. Calculamos que el costo de remover todos los escombros es altísimo. Solo un buen aparato estatal puede hacer esta tarea de forma planificada.


Quinto viaje


15 de Septiembre. Aunque el asombro y el pesar han disminuido, nos sigue golpeando la irregular e injusta distribución de ayuda humanitaria desde el gobierno. Las zonas alejadas del centro de Chincha, Pisco e Ica hasta la fecha siguen sin atención. La ayuda viene de organizaciones independientes que llevan víveres, agua, carpas; es limitada y en muchos casos por única vez… Pero las necesidades son diarias. El abrigo y el hambre no esperan.

A un mes del desastre ocurrido, el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) informa que la zona con más inmuebles dañados es Chincha con 20 mil 733 viviendas destruidas y 5 mil 462 dañadas.

Hay mayor cantidad de familias en Chincha, que viven a la intemperie con los problemas que esto trae: (enfermedades respiratorias en casi todos los casos).

Las autoridades quieren replantear las partidas presupuestales. Es obvio que se cometió un error en la evaluación preliminar. Este hecho muestra de nuevo que el gobierno central, dicta medidas, sin orientación técnica.

En este quinto viaje, un hecho captó nuestra atención y reafirma lo que comentan los medios de comunicación: al pasar por los diferentes poblados, observamos mayor cantidad de escombros que en las visitas anteriores. Los escombros son de aproximadamente 80 centímetros en promedio y llenan las calles principales, son calles que se conectan con las avenidas principales. La “cruz” que en realidad cargan por dentro estos pueblos pobres y llenos de pobres empieza a relucir.

Las donaciones que llevamos suman a 15.2 toneladas. En este viaje nos acompaño el Padre José Kang y el Padre Placido Lee (visitante diocesano de Korea). Esta vez fueron repartidas en la Parroquia Medalla Milagrosa, que atiende al asentamiento Camino Real – La Victoria. Luego se atendió a la comunidad de Challaca y finalmente una capilla de la parroquia Nuestra Señora del Tránsito. Las donaciones eran similares a las del cuarto viaje, maderas, terflex, reservorios y víveres.

Sentimos que al llevar estas 70.7 Toneladas hemos hecho alguito para aliviar sus angustias y sufrimientos. El cansancio, la tensión de ser robados o asaltados en el camino fueron poco para el enorme pago que nos regalaron nuestros hermanos y hermanas del Sur, Sonrisas, abrazos, algo de comer que compartieron de lo poco que les llega. Al final de cada jornada, brillan en nuestras mentes la sonrisa de los niños.

Ellos quizá son ajenos a las inmensas preocupaciones de sus padres, a su impotencia, a su dolor, pero estamos seguros que estas sonrisas son los que motivan y animan a mirar el futuro con mayor esperanza, a seguir luchando. Estas sonrisas y el buen animo de la gente pobre, la chispa, la criollada de la gente del sur nos recuerdan que pese a nuestras necesidades y problemas, estas son mínimas en comparación a las que ellos tienen que pasar a diario. Y en medio de todo, el ayudarnos mutuamente nos sirve para ver lo inmensamente bendecidos que somos al tener lo que tenemos y vivir lo que vivimos.