viernes, 14 de julio de 2017

La Liturgia y nuestros sentidos

No sería una exageración decir que la mayoría de la gente depende en gran medida de lo que experimenta a través de sus sentidos.
Incluso muchos, probablemente se describen como "Personas visuales", haciendo hincapié en la dependencia de lo que les ofrece a través de la vista.

Cuando añadimos al extraordinario impacto de las experiencias visuales, las de la audición, el olfato, el gusto y el tacto, es obvio que dependemos de nuestros sentidos para entender casi cualquier cosa que encontremos.

Nuestra liturgia toca esos mismos sentidos.
Después de todo, somos humanos; y nuestra adoración, así como nuestras vidas cotidianas, están íntimamente ligadas en el encuentro de personas y cosas a nuestro alrededor a través de nuestros sentidos.

Tantas veces encontramos cómo nuestros sentidos nos permiten experimentar los misterios que celebramos.

Estamos rodeados de obras de arte y de arquitectura. 
La música en sus distintas formas nos energizan. 
El perfume del incienso nos eleva hacia lo sublime.
La Palabra de Dios y la sacralidad del silencio nos capturan. 
Éstas son sólo algunas muestras de la riqueza de nuestras expresiones de conexión sagrada y de nuestras experiencias Católicas de adoración.

Cuando todos estos elementos se juntan para la adoración, lo llamamos ritual. Es ésta rica mezcla de palabras y acciones, lugares y fragancias que nos permiten experimentar la acción salvadora de Dios. Esto lo replicamos a través de nuestra humanidad, la misma humanidad que Jesús abrazó completamente en la Encarnación. 

Estas manifestaciones de conexión entre lo divino y lo humano las encontramos presentes de muchas y a la vez únicas experiencias personales, familiares y comunitarias en el Celebración de la Eucaristía y en la otros sacramentos.

Cada uno de nosotros construimos nuestra conexión humana con lo divino basados en cierta comprensión y experiencia humana para transmitir su significado y permitir su acción transformadora.

Existe, sin embargo, un peligro de ritualizar nuestra adoración. Podemos convertirla en un fin en sí misma más que un medio para un llegar y expresar un Mayor bien. Puede llegar a convertirse en algo mecánico y meramente externo más que una profunda expresión de fe.

Como resultado, los ritos pueden convertirse en una rutina cansada y aburrida y ejecutada de una manera que niega su verdadero objetivo y significado. 

La Sagrada Liturgia puede convertirse en palabras repetidas y gestos, desprovisto de toda transformación potencial.