Ez 34, 11-16: Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré reposar.
Salmo responsorial: 22. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Rom. 5, 5b-11: La prueba de que Dios nos ama
Lc 15, 3-7: ¡Felicítenme!, he encontrado la oveja que se me había perdido
La fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús se
inspira en uno de los símbolos más ricos de la Biblia: el corazón, que en la
mentalidad bíblica es la parte más interior de la persona, la sede de las
decisiones, sentimientos y proyectos.
Tomando el "Corazón de Jesús" como un símbolo de amor, la Iglesia siempre ha tenido una devoción a Cristo como el amor de Dios encarnado. Hablar del “corazón” de Jesús es hablar de lo que representa lo más íntimo y personal de Jesús, su centro interior desde donde brotan su palabra y sus acciones.
“El corazón de Jesús” es la expresión de la misericordia y el amor infinito de Dios manifestado en la persona de Jesús.
La palabra «corazón» no significa lo mismo en hebreo y en nuestra lengua. Para nosotros, el corazón evoca la vida afectiva: el corazón ama o detesta, desea o teme; no se le atribuye ninguna función intelectual. Para el hebreo, el corazón (Leb - labe: hombre interior o mente) tiene un sentido mucho más amplio, es lo que está en lo más profundo de la persona. Allí están, los sentimientos, pero también los recuerdos y los pensamientos, los razonamientos y los proyectos. El hebreo se refiere con frecuencia al corazón en lo que nosotros nos referimos a memoria, espíritu, o conciencia: «anchura de corazón»
1Re 5,9 (y harás mi voluntad) evoca la extensión del saber, «dame tu corazón» puede significar «préstame atención»
Prov 23,26, y «corazón endurecido» un espíritu cerrado, cabeza dura. Depende del contexto puede referirse al aspecto intelectual
Mc 8,17 (tiene el corazón endurecido?), o puede extenderse
Act 7,51 (tercos, duros de corazón); el corazón del hombre designa entonces toda su personalidad consciente, inteligente y libre. El corazón indica lo inexplorable y lo profundamente oculto de alguien,
su ser más íntimo y personal.
1 Sam 16,7 “El ser humano mira lo que está a
los ojos, la apariencia, mientras que Yahvé mira el corazón”.
La Biblia habla también, metaforicamente, del “corazón” de
Dios. En Oseas, se habla del corazón de Dios como el lugar de las decisiones
últimas y decisivas de Dios. El profeta pone en boca de Dios una de las más
formidables palabras del Antiguo Testamento: “¿Cómo te trataré, Efraín?
¿Acaso puedo abandonarte Israel?... El corazón se ha volcado en mí, todas mis
entrañas se estremecen. No me dejaré llevar por mi gran ira, no volveré a
destruir a Efraín, porque yo soy Dios, no un ser humano”Os 11,8-9
La ley de Moisés mandaba entregar a un hijo rebelde a los
ancianos de la ciudad para ser apedreado Dt 21,18-21.
Efraín-Israel es hijo primogénito de Yahvé Os 11,1.
¿Debe Dios tratar a su hijo rebelde según la ley? ¿Deberá destruirlo?
Simbolicamente, Yahve lucha con su propio corazón: “El corazón se ha volcado
en mí, todas mis entrañas se estremecen”. El verbo “volcarse”, en hebreo
hapak, indica la acción de algo que se revuelve y se da vuelta en forma
inquieta.
El corazón de Dios se resiste a actuar con dureza frente al
pueblo, gana la lucha y prevalece el perdón y la misericordia. Yahve renuncia
al castigo. La incondicional misericordia de Dios se vuelve contra la ley que
establecía el castigo y la muerte.
La libre decision de Yahvé por el amor
escoge perdonar y seguir amando. El corazón de Yahve es, misericordia y vida
en favor de su pueblo y se manifiesta en plenitud en su Hijo Jesucristo que “ha
venido para que tengamos vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).
Nuestro lecturas están llenas de referencias al constante amor de Dios por sus "ovejas" - como el pastor que cuida su rebaño.
Con la parábola de la oveja perdida, Jesús va más allá de lo “normal” para mostrar la incansable búsqueda del Padre por nuestra salvación. Un texto clave en San Lucas se refiere a Dios como el Pastor que, al extraviar una oveja, deja las otras noventa y nueve en el aprisco y va a buscar la perdida en el desierto hasta que la encuentra. Más tarde, en el Evangelio según San Juan, Jesús transfiere esta misma imágen del Pastor al trabajo realizado en su propia vida. Él mismo se convierte en el Buen Pastor que da su vida por las ovejas. Esta toma de conciencia en que Jesús es la manifestación visible del amor de Dios en nuestro mundo nos condujo gradualmente a rendir homenaje explícito al Corazón de Jesús como el símbolo del amor de Dios por nosotros.
El evangelio nos describe con la parábola de Jesús, el
misterio insondable de la misericordia de Dios. Habla de la experiencia de la
reconciliación del ser humano con un Dios que “no quiere la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva” (Ez 18,23).
Jesús explica con esta parábola su propia actitud en relación con los pecadores y perdidos, expresa
lo más íntimo y decisivo de su corazón: la misericordia y la
gratuidad en favor del ser humano pecador.
Los fariseos y maestros de la ley mantienen distancia de los pecadores
por fidelidad a la Ley Ex 23,1, Sal 1,1; 26,5, pero Jesús anda con ellos, come y
bebe y hace fiesta con ellos Lc 15,1-3. Muchos textos del Antiguo Testamento
hablan del perdón divino, pero lo que los sorprende y fastidia es la forma en
que Jesús actúa. En vez de condenar como Jonás o Juan Bautista, o exigir
sacrificios rituales para purificarse como los sacerdotes, come y bebe con los
pecadores, Jesús los acoge y les abre gratis un horizonte nuevo de vida y de
esperanza.
Esto es lo que ilustra la parábola; quieren mostrar el verdadero
alcance de la misericordia de ese Dios que Jesús llama “Padre”, una misericordia
que se refleja y se hace carne en el corazón de Jesús, que ama y acoge a los
pecadores y pecadoras, como el pastor bueno.
Esta imagen del “pastor” la vemos presente en muchos textos del
Antiguo Testamento: “Escuchen, naciones, la palabra del Señor; anúncienla en
las islas lejanas; digan: El que dispersó a Israel, lo reunirá y lo guardará
como un pastor a su rebaño” Jer 31,10.
Esta imagen habla sobre el cuidado que tiene Dios
por su pueblo, mientras las ovejas descarriadas representan a todos aquellos
que se han alejado de Dios: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a
su redil, oráculo del Señor. Buscaré a la oveja perdida y traeré a la
descarriada; vendaré a la herida, robusteceré a la débil...” Ez 34,15-16.
La parábola de la oveja perdida Lc 15, 3-7 y la de la moneda perdida Lc 15, 8 usan el tema de la alegría tanto terrena como celestial. La conversión de los pecadores ocurre en
el encuentro con el mensaje y la persona de Jesús que busca a todos los que se
han alejado de Dios. El “pecador convertido” del que se habla representa a los
publicanos y pecadores que han venido a escuchar a Jesús, a diferencia de los
fariseos y escribas que murmuran de él y se quedan lejos Lc 15,1-2.
En Lc 15, 3-7 Jesús habla claro sobre la alegría celestial. En este pasaje bíblico, Jesús insiste en la inmensa alegría de Dios cuando un pecador se
convierte. En la primera parábola Lc 15, 3-7, la oveja descarriada se pierde “fuera” de
casa; en la segunda Lc 15, 8, la moneda se pierde “dentro” de casa: Lejos y cerca, fuera y dentro de la comunidad eclesial. Los cercanos y los
lejanos tenemos necesidad de ser buscados y encontrados por Dios. San Pablo nos
recuerda que “Todos hemos pecado” Rom 3,23.
Jesús proclama el gozo y la alegría de un Dios que busca al ser humano para
devolverle la vida y la paz. La oveja y la moneda perdidas tienen en común una sola
cosa por la cual son objeto del amor misericordioso de Dios: ¡oveja y moneda
estaban perdidas, Dios las busca y siempre, siempre las encuentra!