martes, 4 de junio de 2013

Elegidos para amar

Con mi hermano Gene, Mis hermanas Esperanza, Rosa y Meche y mi sobrina Sisy luego de mi Agregación Permanente.
Hace unos días celebré mi cumpleaños mientras estaba en un retiro con otros sacerdotes de la Arquidiócesis de Los Ángeles. Durante esos días estuve recordando mi agregación permanente como miembro de la Sociedad Misionera de San Columbano en abril del 95. En una ceremonia íntima estuvo presente mi familia, mis compañeros del seminario, los Padres Columbanos trabajando en el Perú y las Hermanas Columbanas. Fue un tiempo bastante rico en emociones y sueños. 

Luego de mi agregación permanente me aboqué a preparar mi ordenación sacerdotal como misionero de San Columbano en Octubre de ese mismo año.   Era el que debía ser mi último año en el ISET Instituto Superior Teológico) Juan XXIII.

Con mis compañeros de Promoción en uno de nuestros viajes de Misión a Puquio, Ayacucho. en la foto: Toscano (Camilo), Ruiz (Camilo), Guillermo Cruz (Marista), Yo (Columbano), Miguel Córdova (OMI) y Rodolfo Aznarán (Carmelita).
 ISET es un instituto de educación superior donde hombres y mujeres del Perú, Latinoamérica, Italia y África recibimos educación en las áreas de Filosofía, Teología, Biblia, Estudios de Moral y Ética, Estudios Pastorales y otras especialidades. Las reflexiones eran acompañadas por una intensa labor pastoral en parroquias, grupos y otros centros. Disfruté mucho mis estudios con mis amigos y amigas del ISET.  La educación recibida nos preparó para trabajar mejor por la construcción del Reino de Justicia, Solidaridad, Paz, Fe y Alegría del Señor resucitado, tanto en su Iglesia como en el mundo. Estudiábamos y trabajábamos teniendo en mente la promesa de Jesús: "Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos, siempre a su lado". 

Eran tiempos fecundos y ricos en experiencias de Dios entre su pueblo y su gente.  Juntos mezclábamos estudios, reflexiones, salidas pastorales, visitas entre seminarios para estudiar y pasar tiempo juntos y juntas compartiendo nuestras vidas entre sanas travesuras. Los desafíos académicos se mezclaban con los pastorales, estos eran asumidos y vividos con entusiasmo y alegría. Hubo tristeza por la salida de los conventos y seminarios de nuestros amigos y amigas muy cercanos. entre 95-97 Nos ordenamos alrededor de 16. 

Con mis compañero de la promoción 95 de ISET
Los que salieron de los seminarios querían seguir trabajando por el Reino y testimonio desde otros sacramentos y ministerios. Muchos de ellos están hoy felizmente casados y fieles a la promesas de amor que decidieron asumir con sus parejas, con hijos e hijas que alegran sus vidas y alientan sus esperanzas. Lo que se construía entre dudas y angustias también nos permitía mantener viva la esperanza.

Con mis compañeros de la promoción luego de nuestro viaje a Puquio.
Por ese entonces vivía una crisis de salud con la espalda baja lesionada. “Un misionero enfermo es siempre limitado y sólo se entrega a medias”, me decía. Llegué a pensar en el retiro del Seminario Columbano, pero allí estaban ellos: la Hermana Columbana Ana María Mulqueeney, y los Padres Columbanos Miguel Fitzgerald y el Padre Reynaldo Hegerty siempre cercanos, inspiradores y buenos amigos. Me animaban y decían que las crisis son siempre pasajeras, que las crisis son oportunidades buenas para crecer en fortaleza física y en la confianza a Jesús y a su proyecto.
Recibiendo la patena y el caliz de la Hermana Ana María Mulqueeney representando a las hermanas Columbanas
Gracias a Jesucristo y a María de Guadalupe su madre, la crisis pasó y superé la enfermedad que casi me hace dejar el proyecto Columbano. El mes antes de mi ordenación la pasé estudiando, preparando la ceremonia de ordenación, las lecturas, invitaciones, los folletos de la ordenación, cancioneros, cantos y otras cosas más. Arduo mes pero lleno de esperanza e ilusión, tuve que hacer todo el trabajo de imprenta.
recibiendo la Unción de manos del Cardenal Augusto Vargas Alzamora, S.J.
Para el día de mi ordenación sacerdotal, escogí la lectura de Jn 15, 9-11: "Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa".
Esta lectura nos animó entonces y nos anima hoy, por eso, Casi la mayoría de mi Promoción 95 del ISET Juan XXIII de Lima, Perú, aún seguimos en la brega por el Reino.


San Juan: 15, 9-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”.


El mensaje de Jn 15, 9-17  es siempre muy inspirador y reconfortante. Es muy bueno recordarlo y repasarlo especialmente cuando pasamos por dificultades o cuando nuestros amigos y amiga pasan por ellas. Nos anima a orar con más confianza y esperanza en este Reino posible, aún hoy en día.

Esta lectura nos da la seguridad que:
Todos los seguidores y seguidoras de Jesús, y no sólo aquellos elegidos para un cargo apostólico especial, estamos unidos con el Resucitado, el Cristo vencedor, en un vínculo vivo. 


Estamos pues, unidos y unidas a Él como el sarmiento a la vid.

Nos nutrimos de él porque nuestros proyectos de vida
 y nuestra inspiración vienen de él y permanecen con y en nosotros y nosotras.

Los apóstoles, incluyendo a Matías, se dedicaron a propagar y cultivar esa Vid, nuestra pertenencia colectiva está enraizada en Él.

Él es nuestro gran fuente de fortaleza y sabiduría.

Él vive y actúa entre nuestras comunidades y nosotros pertenecemos solo a Jesús, el Señor Resucitado.

1 comentario:

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