domingo, 2 de junio de 2013

Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Gn 14, 18-20: Melquisedec sacó Pan y Vino.
Salmo:109, 1. 2. 3. 4: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
1Corintios 11, 23-26: Cada vez que comen y beben, proclaman la muerte del Señor
Lucas 9,10-17: Multiplicación de los panes
En la primera lectura, [1]Melquisedec, rey de Salem ofrece a Abraham un poco de pan y vino. Es un gesto de solidaridad para que por ese alimento, Abraham y sus hombres  se repongan después de volver de la batalla contra cuatro reyes. [2]Esto parece una escena de carácter religioso. Melquisedec se hace un sacerdote pleno gracias a su hospitalidad, donde juega un papel importantísimo según la praxis teológica oriental.
La segunda lectura es la catequesis eucarística de Pablo para la comunidad de Corinto sobre la celebración de las asambleas cristianas. Pablo les recuerda una antigua tradición que ha recibido sobre la cena eucarística, ya que el desprecio, la humillación y la falta de atención a los pobres en las asambleas destruyen de raíz el sentido más profundo de la Cena del Señor.   Como los profetas del Antiguo Testamento, condena con fuerza el rito por cumplir el rito. [3]Este se convierte en un culto hipócrita si no se acompaña de una vida de caridad y de justicia como también lo hizo Jesús.
  
La Eucaristía, es el memorial de la entrega de amor de Jesús. Los verdaderos creyentes la viven con el mismo espíritu de donación y de caridad de Jesús.  El misterio de la institución de la Eucaristía nace del amor de Cristo que se entrega por nosotros y, por tanto, deberá siempre ser vivido y celebrado en el amor y la entrega generosa, a imagen del Señor, sin divisiones ni hipocresías. [4]La eucaristía actualiza: [5]las palabras de Jesús en la última cena, su alianza con nosotros, su entrega y sacrificio,  el misterio de amor que vuelve a hacerse presente. Cristo establece su alianza no con la sangre de animales derramada sobre el pueblo (Ex 24), sino con su propia sangre, instrumento perfecto de comunión entre Dios y los hombres.  

La celebración eucarística en la comunidad abraza y llena toda la historia, pasado presente y futuro.  Jesús da nuevo sentido a la vivencia histórica:
 

a)   En la comunidad, Jesús  se hace realmente presente en su misterio de amor y de donación en la cruz;
b)   La comunidad, obediente a su Señor; debe repetir el gesto de la cena mientras dure la historia “en memoria mía”;
c)     La comunidad celebra con la expectativa de su regreso glorioso, “hasta que él venga”.

El evangelio relata la multiplicación de los panes, un evento histórico y fundamental para entender la misión de Jesús.  Jesús está cerca de [6]Betsaida frente a una gran muchedumbre de gente pobre, enferma, hambrienta.[7] Jesús atiende a este pueblo marginado y oprimido. [8]El diálogo entre Jesús y los Doce se da cuando comienza a atardecer. Como en la invitación de los dos peregrinos de Emaús, al caer de la tarde. En ambos episodios se bendice el pan al caer el día.

De “modo realista”, los apóstoles quieren que la gente deje el lugar y busquen su comida. Es realista que cada cual se preocupe de lo material. La actitud de los discípulos recuerda las resistencias y la incredulidad de Israel ante el poder de Dios que se concretiza a través de [9]obras salvadoras en favor del pueblo. La perspectiva de Jesús, representa el “modo del amor”, la gratuidad total. Es la prueba de que el anuncio del reino incluye también la solución a las necesidades materiales de la gente. El desierto donde están recuerda la salida de Egipto hacia la tierra prometida y el lugar donde Israel experimentó la misericordia de Dios con grandes prodigios como el don del maná.

La respuesta de Jesús: [10]es provocativa -por la poca cantidad de alimentos disponible- , pero también formativa porque quiere que los discípulos aprendan y participen del gesto misericordioso que realizará Jesús. Los discípulos, como esa tarde cerca de Betsaida y a lo largo de toda la historia de la Iglesia, están llamados a colaborar con Jesús preocupándose por conseguir el pan para sus hermanos y hermanas.

Cuando los discípulos acomodan a la gente, Jesús “toma los cinco panes y los dos peces, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición, los parte y los da a los discípulos para distribuirlos entre la gente.  Jesús vivía en actitud orante y en permanente comunión con el Dios del reino, por eso al bendecir levanta los ojos al cielo.

[11]La bendición es una oración que al expresa al mismo tiempo gratitud y alabanza por el don que se ha recibido o se está por recibir. Para Jesús [12]“todos los alimentos son puros”,  por eso bendice a Dios por ellos, porque Él es fuente de todos los dones y de todos los bienes. El gesto de partir y repartir el pan nos recuerda la última cena de Jesús. Allí el Señor le da nuevo sentido al pan y el vino de la comida pascual, los hace signo sacramental de su vida y su muerte como dinamismo y extremo amor por los suyos. Al final todos quedan saciados.

[13] La saciedad es fruto de la acción poderosa de Dios en el tiempo mesiánico. Jesús es el gran profeta de los últimos tiempos, que recrea en sí las grandes acciones de Dios que alimentó a su pueblo en el pasado. Doce canastos de sobrantes muestran el exceso del don y evidencian el papel de “los Doce” como colaboradores en la obra salvífica. Los Doce representan el fundamento de la Iglesia, la síntesis y la raíz de la comunidad cristiana, llamada a colaborar activamente para que el don de Jesús alcance a todos los seres humanos. Este evento anticipa el gesto realizado por Jesús en la última cena, cuando el Señor dona a la comunidad en el pan y el vino el signo sacramental de su presencia.

Por otra parte, el don del pan en el desierto inaugura el tiempo nuevo de la fraternidad. Los discípulos deben repetir y multiplicar este gesto del reino a la vez gratuito y generoso. Los que creemos en el Señor debemos trabajar para hacer llegar el pan materia a todas las personas, ese pan y bienestar que permita la vida digna de hijos e hijas de Dios. Ese pan es también el pan de la esperanza y de la gratuidad del amor, y sobre todo el pan de la Palabra y de la Eucaristía, sacramento de la presencia de Jesús y de su amor misericordioso en favor de todos las personas.




[1] Melquisedec (Malki-ẓédeq) Rey de paz, Rey de justicia, Rey del Mundo. Es un notable sumo sacerdote, profeta y líder post-dilúvico y durante los tiempos de Abraham. Justicia. Los Padres de la Iglesia, la tradición judía y el Salmo 76, 3 identifican a la ciudad de Salem con Jerusalén. Este sacerdote-rey hace una breve aparición como sacerdote de Dios, y rey de Jerusalén, lugar donde en el futuro Dios tomará morada. Como sacerdote, antes de la institución del sacerdocio levítico, es quien recibe el diezmo debido a Dios. 
[2] Melquisedec, como sacerdote-rey, es una prefiguración de Jesús que además de ser Profeta, también es Sacerdote y Rey. Y con la presentación del pan y el vino, marca lo que después será el sacerdocio instituido por Cristo y que sustituirá al sacerdocio levítico.
[3] (Am 5,21-25; Is 1,10-20), ( Mt 5,23-24; Mc 7,9-13).
[4] La eucaristía (griego eucharistía, «acción de gracias»), en la tradición de las iglesias Católica, Ortodoxa, Copta, Anglicana y algunas Luteranas, es el sacramento del cuerpo y la sangre de Jesucristo bajo las especies de pan y vino, que por medio de la consagración se convierten en su cuerpo y sangre. En la Iglesia Católica,  Católica Ortodoxa y la Ortodoxa Copta, la eucaristía es la fuente y culmen de la vida del cristiano. Según el catecismo de la Iglesia Católica la eucaristía representaría un signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida eterna ( n. 271).
[5] “alianza sellada con su sangre” (1 Cor 11,25) y su entrega y sacrificio “cuerpo entregado por ustedes” (1 Cor 11,24), misterio de amor que se actualiza y se hace presente “cada vez que coman de este pan y beban de este cáliz” (1 Cor 11,26).
[6] (Jn 1, 44) Felipe era de Betsaida, el pueblo de Andrés y de Pedro. Betsaida o Betseda (del hebreo/arameo: בית צידה, casa de pesca) es el nombre de dos lugares en Israel mencionados por la Biblia. Herodes Filipos, el tetrarca la reedificó y le dio el nombre de Julias, en honor de Julia, la hija de Augusto. Plinio y Jerónimo nos dicen que se encontraba al este del Jordán, y hay dos sitios posibles: al-Tell o Masadiya. (Ambos lugares se encuentran muy cerca uno de otro, pero el segundo está más cerca de la ribera.) Sin embargo, en Marcos 6:45 los discípulos fueron enviados del lado este del Jordán a Betsaida, hacia Capernaum (cf. Juan 6:17); por ello se ha postulado la existencia de una segunda Betsaida al oeste del Jordán, localizada tal vez en Ayn al-Tabigha. Se afirma que esta también es Betsaida “de Galilea” Juan 12:21, ya que la división política de Galilea puede no haber llegado hasta el este del Jordán. Pero esto es poco probable; “Galilea” no se menciona necesariamente en el sentido técnico. Es posible que un suburbio de Julias en la margen occidental convenga más a Marcos 6:45; Capernaum no estaba lejos de allí.
[7] (Lc 24, 11 “hablándoles del reino de Dios y sanando a los que lo necesitaban”. 12. 29)
[8] Lc 24, 12 “Quédate con nosotros porque es tarde y está anocheciendo”
[9] (Ex 16,3-4).
[10] Lc 24, 13 “denles ustedes de comer”
[11] (berakā (berajá) hebrea) El hebreo berakā "no significa solamente el acto de bendecir o la palabra de bendición, sino también el ser bendito, colmado de bendición, así como las bendiciones que de ella proceden: fortuna, fuerza, etc." Esta fuerza que el hombre puede transmitir constituye el contenido primordial de la bendición, que implica, más en particular, una vida larga y vigorosa y una numerosa descendencia; pero también paz, seguridad, felicidad, salvación.
[12] (Mc 7,19),
[13] (Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; Jer 31,14) (Ex 16; 2Re 4,42-44).

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